Por Fidel Bañuelos
Pese a que México no es un país donde sobran las oportunidades de empleo y donde las cosas se adquieren con tanta facilidad, el Gobierno federal y las familias mexicanas no han negado el apoyo a los miles de extranjeros centroamericanos que integran la caravana y que en la frontera con Guatemala utilizaron la fuerza bruta, la agresión y la violencia para ingresar ilegalmente a nuestro país.
Nuestra gente, orgullosamente mexicanas, han sido descalificados y repudiados principalmente por hondureños: así recibimos el pago a tanta amabilidad y gentileza; ellos, los ilegales, no se cansan de calificarnos como “un país de mierda”, pero no reconocen que a cambio han recibido muestras de apoyo alimentaria, hospitalidad, vestido y facilidad en su transitar por los estados del país.
El origen y la motivación que permitió a miles de personas de varios países en Centroamérica, no es otra más que desestabilizar y desacreditar a su propio Gobierno, de paso provocar a los mexicanos y concluir con un enfrentamiento violento con el Gobierno de Trump.
Para todos es sabido, atrás de esta movilización existe una gran fuerza financiadora y organizada. Casi 5 millones de pesos se gastan diariamente en puros alimentos para mantener de pie a nuestros “queridos” invasores. Dicen que “sólo van de paso”, pero si su fin no se logra, dejarán de ser “incómodos visitantes de paso” y se convertirán en vecinos que engrosarán en breve, las estadísticas del desempleo, la violencia, la inseguridad, los robos, la pobreza y...
No es así como se hacen las cosas: los centroamericanos deben ponerse en los zapatos de los mexicanos y preguntarse ¿qué harían si nosotros los señalamos de tener un país denigrante, no obstante, les tumbamos por la fuerza sus murallas y penetramos de manera salvaje a su territorio? Obviamente su reacción sería actuar de la misma manera. Nos repudiarían y se defenderían como lo hacen ante cualquier desconocido que ingresa ilegalmente en sus viviendas.
Ante ello y por más pobreza que justifiquen padecer en su país o la mayor ignorancia que pudieran tener, deben saber que cada territorio se rige con leyes. Las normas se hicieron para cumplirse y no para ignorarlas. Bienvenidos extranjeros. Respeten a nuestra gente y respeten nuestras leyes.
Hoy por desgracia vivimos en una etapa en el espacio llamado tiempo, donde las cosas que se dicen y se hacen ya están fuera de contexto. Poco falta para que en su totalidad estén fuera control. No hay temor ni respeto a la autoridad. Existen comunidades donde los que mandan son los opositores a las leyes. Ellos hacen y aplican sus propios reglamentos.
Estamos frente a una sociedad permisiva y fuera de lo normal, donde lo anormal ya es común.
Los lamentables sucesos que se han vivido y presenciado de manera reciente a lo largo y ancho de nuestro territorio, de nuestro Continente y de nuestro mundo, no es otra cosa que el nuevo Sodoma.
La gente ya no muestra temor por nada. Justo es, hagamos un alto y analicemos lo que sucede en nuestro entorno; luego, hagamos la reflexión y respondámonos ¿qué tan bueno o malo es lo que sucede? Un país sin leyes, es un terrero sin control.
Los mexicanos somos decididos, hospitalarios y pujantes. No permitamos que esta ola maligna nos abrace. Aún estamos a tiempo de construir una sociedad unida, de resultados y con compromisos.
Los que somos adultos quizás lamentemos con mayor grado este cambio, no obstante, nuestros hijos, adolescentes e infantes. Ellos serán los que, de no actuar, vivirán lo inimaginable; padecerán mayores violencias, hambres y destrucciones climáticas.
Viva México, vivan nuestros principios, nuestras tradiciones; viva nuestra cultura y nuestro empuje.