La segunda dosis de las vacunas aprovecha un mecanismo natural del cuerpo para montar una respuesta más efectiva, pero ¿funciona también si la segunda dosis es de una vacuna diferente?
La vacuna de Johnson & Johnson contra el SARS-CoV-2 solo necesita una inyección para inmunizar a las personas. Entonces, ¿por qué otras vacunas como la de AstraZeneca o la de Pfizer BioNTech necesitan dos dosis?
La suspensión de la vacunación con AstraZeneca que han decretado algunos gobiernos y para determinados grupos de población plantea además la duda: ¿qué ocurre si solo se recibe una dosis de la vacuna?
LAS ASOMBROSAS CÉLULAS B
En general, la segunda dosis de las vacunas activan una parte crucial de nuestro sistema inmunitario: las células B.
Si una persona que aún no ha sido infectada por el coronavirus recibe la primera dosis de una vacuna, sus células empiezan a producir la proteína spike que el virus utiliza para infectar a otras células. Los linfocitos B, unas células especializadas del sistema inmunitario, se unen a esta proteína con un receptor específico. Cuando el receptor encaja con una proteína spike, la célula B se activa.
A continuación las células B activadas viajan al ganglio linfático más cercano, donde se multiplican rápidamente con el apoyo de otras células del sistema inmunitario, las células T auxiliares.
El cuerpo contiene unos diez mil millones de células B diferentes, que tienen receptores ligeramente diferentes entre sí, capaces de unirse a todas las estructuras de proteínas imaginables. No importa qué nos infecte, el organismo está preparado para montar una respuesta.
De hecho las células B están genéticamente programadas para mostrar esta diversidad, generando combinaciones aleatorias de genes al reproducirse, con más de 100.000 millones de combinaciones distintas.
¿PARA QUÉ SIRVE LA SEGUNDA DOSIS DE LA VACUNA?
Cuando las células B reconocen el antígeno de su receptor, comienzan a fabricar anticuerpos que liberan en el torrente sanguíneo. Los anticuerpos son moléculas que encajan con la proteína que han reconocido, el antígeno, en este caso la spike del coronavirus, y la bloquean. Así neutralizan a los invasores, que se quedan sin “llaves” de entrada.
Pero este proceso no es perfecto, y los anticuerpos no encajan totalmente con el antígeno. Por eso el organismo ha evolucionado un sistema de automejora: los descendientes de los primeros linfocitos B evolucionan en el tiempo. Sufren pequeñas variaciones, unas funcionan mejor contra el antígeno y otras peor. Así, en un par de semanas, el organismo dispone de una respuesta afinada contra el invasor.
Las células que funcionan mejor reciben una señal más fuerte para proliferar y además convertirse en células de memoria, unas células B especializadas que almacenan la combinación de la proteína correcta para inmunizarnos en el futuro.
Precisamente este mecanismo es la razón de que se administre una segunda dosis de la vacuna, y además se administre dos o tres semanas después de la primera. Por un lado se da tiempo al organismo para que las células B puedan refinar la respuesta.
Cuando llega la segunda dosis, está imitando una segunda infección. Las células de memoria con los receptores que funcionan bien se encuentran en la sangre, reconocen la proteína spike, y se pone en marcha de nuevo la maquinaria para generar anticuerpos. En esta segunda vuelta, los anticuerpos son aún más efectivos que en la primera.
LOS EFECTOS SECUNDARIOS DE LA SEGUNDA DOSIS DE LA VACUNA
La eficacia del refuerzo también depende del tipo de vacuna. Las vacunas de ARNm inyectan rodeadas de grasa, y el sistema inmunitario no tiene ninguna posibilidad de reconocerlas. Hay que esperar a que las instrucciones del ARN mensajero inicien la producción de proteínas spike, y que se produzca entonces la reacción del sistema inmunitario. Tras la segunda vacuna, se produce de nuevo una gran cantidad de antígenos, que dan paso a una respuesta reforzada.
Por este motivo los efectos secundarios son mayores en la segunda dosis en el caso de Moderna y Biontech/Pfizer. Sin embargo con la vacuna vectorial AstraZeneca ocurre al revés: la primera reacción es la que produce más síntomas, ya que equivale a una infección de 50.000 millones de virus inactivados a la vez, una carga imposible de conseguir con una infección natural. La reacción de la segunda dosis es entonces más leve.
Por este motivo la vacuna de Johnson & Johnson, que también utiliza un vector, no necesita refuerzo, ya que la respuesta con una sola dosis es suficiente para producir anticuerpos en grandes cantidades. Johnson & Johnson descubrió que su vacuna era efectiva en un 66%, mientras que AstraZeneca tenía una media del 70% después de dos dosis.
Sin embargo, un estudio publicado en Lancet demostró que AstraZeneca también alcanzó el 70% tras una sola dosis. Esto podría hacer que las personas que solo han recibido una dosis tengan inmunidad suficiente.
También hay buenos argumentos para combinar una vacuna con otra. No es habitual que se utilice el mismo vector para la inmunización inicial y el refuerzo, como ocurre con la vacuna de AstraZeneca. La vacuna rusa Sputnik V utiliza dos adenovirus diferentes.
Esta es probablemente la razón por la que se están llevando a cabo ensayos combinando la vacuna de AstraZeneca con otras vacunas en un esquema de refuerzo de otras marcas, como la de Biontech-Pfizer.