Por: José Luis Domínguez Castillo
No me voy a referir al sonado triunfo de la selección nacional del domingo frente al campeón Alemania, pero es uno de tantos ejemplos de cómo México ha superado las adversidades a través de su historia. De hecho, hablaré de otro suceso trascendental ocurrido un día como hoy, 19 de junio, de un distante 1867.
Fue la culminación de la Intervención Francesa, con la muerte de Maximiliano, el que fue designado gobernante de México por el emperador de Francia, Napoleón III, en complicidad con las fuerzas oscurantistas de nuestro país, encabezadas por el Partido Conservador. Vale recordar los antecedentes: El 5 de mayo de 1862, se vistieron de gloria las fuerzas nacionales al vencer al ejército francés de Lorencez en la épica batalla librada en los cerros de Loreto y Guadalupe de la ciudad de Puebla.
Sin embargo, después del 5 de mayo, vino la contra ofensiva de Napoleón III y en 1863, otra vez en Puebla se repite el gran enfrentamiento con el consiguiente triunfo de los invasores, y de allí en adelante se complica nuestra vida nacional.
¿Qué antecedentes hubo para que se dieran estas luchas? México tenía deudas con el gobierno de Francia, así como con los de España e Inglaterra, por lo que se vio presionado por los mismos para pagar. Fue en los Tratados de la Soledad en el estado de Veracruz, en donde se decidió por parte de estos últimos dejar para después el cobro, pero no así por Francia.
Benito Juárez, entonces presidente, estaba consciente de ese compromiso con los tres gobiernos demandantes, pero las condiciones económicas eran muy difíciles después de haber pasado por una guerra civil de tres años, la de Reforma. Había muchas heridas en el país, y Juárez aplicó esa reflexión recurrente en tales situaciones: “debo, no niego, pago, no tengo”. Y así las cosas, vino la invasión.
El resto de la historia es conocido como la Intervención Francesa, la que duró tres años, de 1864 a 1867, etapa en la que se vivió toda clase de dificultades. El territorio mexicano lleno de soldados extranjeros, encontró una dura resistencia en el Ejército mexicano, mientras Benito Juárez peregrinaba custodiando el archivo de la Nación. Soldados de Bélgica y Austria, países de donde eran originarios, Carlota la esposa de Maximiliano, y éste, respectivamente, acompañados por los franceses recorrían palmo a palmo nuestro suelo en busca del presidente, quien encontró refugio por dos años, precisamente en nuestro estado de Chihuahua.
Al término de la Guerra de Secesión, la que inició en 1861 y finalizó en 1865, Abraham Lincoln exigió a Napoleón que sacara sus fuerzas de México, y así por fin en 1867 las cosas fueron favoreciendo al contingente mexicano con la obtención de importantes victorias, siendo una de ellas la del 2 de abril de 1867 en Puebla, en la que Porfirio Díaz encabezaba las estrategias. Además, el 15 de mayo de 1867 cae prisionero Maximiliano en Querétaro, siendo sometido a juicio, y el 19 de junio del mismo año el Cerro de las Campanas de ese estado, es el escenario del fusilamiento del usurpador Maximiliano al lado de Miramón y Mejía.
No valieron tantas solicitudes hechas para que se perdonara la vida al austriaco, eran las leyes del país las que juzgaban al emperador, no la voluntad de un hombre, como lo hizo ver el presidente en todo momento. Este mismo presidente había dicho en una ocasión: “la ley es dura, pero es la ley”.
Cuántas adversidades más deberá superar México en esta era moderna, no lo sabemos. Pero seguro estoy que saldremos adelante unidos y más si se trata de injusticias, corrupción y dictaduras.