Durante los últimos días se presentaron en los diversos medios de comunicación noticias de interés general, la mayoría de ellas con temas preocupantes más que alentadores.
Los pronósticos no son buenos y siempre cabe la ingenua pregunta de ¿Por qué pasa todo esto?
Reflexionemos un poco.
¿Por qué si actualmente tenemos una organización que trata de unir a los países para evitar conflictos a gran escala, sigue existiendo un riesgo cada vez más probable de una confrontación nuclear?
¿Por qué persisten las decepciones luego elegir a los gobernantes de cualquier entidad (al menos en una gran parte del mundo) si meses antes eufóricamente los defendían a capa y espada?
¿Por qué si se han condenado por décadas los campos de concentración –no solo alemanes, porque también los hubo en Estados Unidos, Rusia, China y otros países- hoy se vuelven a presentar bajo la bandera de Seguridad Nacional?
Si se trata de que somos un mundo, en la que sus pensadores, filósofos, activistas, empresarios, es decir, todo el conjunto de habitantes tratamos de hacer un mundo mejor ¿Por qué se condiciona la vida de un ser indefenso bajo la bandera de la “libertad” cuando se ha probado que es un genocidio llamado aborto?
¿Por qué sigue existiendo una sociedad dividida?
¿Por qué cada vez más se desconoce a la autoridad y se relaciona al poder como un nicho del mal, en donde se tiene que renunciar a la figura de autoridad para que la gente pueda obedecer aunque se trate de lo mismo pero con faceta distinta?
En una sociedad como la nuestra, lamentablemente se observa que el mundo camina -por no decir que va corriendo- a un estatus donde el desorden social prevalecerá hasta que sucedan cambios radicales y de fondo.
La problemática estriba en que la sociedad se apartó de la verdad como principio fundamental de orden.
La verdad es que la verdad ya no se cree como verdad y de ahí se produce la degeneración actual, donde se conceptualizan terminologías distintas que alteran la organización social como tal.
Cuando se emprende el debate y se dicen las cosas que “políticamente son incorrectas” inmediatamente se cataloga como “discurso de odio”, pero la pregunta en este punto es ¿Quién cataloga o dicta cuándo se trata de un discurso de odio?
Se ha permitido que cerebros ajenos piensen por el propio y se ha permitido el sentimiento sobre la razón.
La verdad no peca pero incomoda, llamar al perro gato no lo volverá felino porque así es; eso no debe ser ofensivo.
Tal y como lo decía Mark Twain, “Es más fácil engañar a la gente que convencerlos que han sido engañados”, vivimos en un mundo de fantasía, donde a la menor expresión que vaya en contra de la corriente se le considera discurso de odio y es permitida la censura en este caso.
Se critica con la boca llena a sistemas autoritarios como el Nacional Socialismo de la Alemania de Hitler, pero se toma literal la posibilidad de censurar e incluso sancionar a quien discrepe de la idea general. Que alguien me diga cuál es la diferencia entre uno y el otro.
De continuar con la misma línea de pensamiento será difícil brincar la problemática que tenemos y que se irá agravando conforme pase el tiempo y se deje de lado la forma objetiva de pensar, tal y como lo hacían nuestros antepasados.
Se diluye y cuestiona la verdad, se suma el egoísmo de la persona humana (sin pleonasmo por la persona Divina) y el resultado no es nada alentador.
Es por ello quizá que en esta crisis de valores nos sorprende y se hace viral hoy en día ver a un policía ayudando a un adulto mayor, a un joven siendo caritativo ante algún niño que no tiene dinero, a un jugador de futbol cantando al punto del llanto el himno nacional, porque antes se trataba de algo tan sencillo… hacer lo que te corresponde encaminado a lo bello, lo bueno y o verdadero.
ADJUNTO AL PRESENTE, UN TEXTO RECOMENDADO
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