Bullying político desde la Presidencia de México.
Por: Rubén Iñiguez.
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Enseñamos a los niños a evitar el bullying en las escuelas o en la convivencia vecinal, pero incurrimos en una forma de bullying político de los partidos poderosos -Morena en este momento- contra los representantes de otros partidos o de corrientes ideológicas diferentes.
La democracia real, madura y de verdaderas formas civilizadas, excluye esa forma de acoso que fue denunciada en documentos confidenciales del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que la pone en práctica desde sus tiempos de campaña. Un recurso que nos regresa a los tiempos del “señor presidente, lo que usted mande”.
No hubo obra inaugural, discurso político del sexenio anterior, en que milagrosamente aparecieran los “inconformes” que como fuerza perturbadora, antes llamada de “reventadores” de actos políticos o partidistas ajenos, que no cesaban en hacer sentir su presencia. Las mentadas a Peña Nieto, la aparición de grupos de presión del CNTE, de Ayotzinapa, de Normales Rurales, o asociaciones controladas por Andrés Manuel López Obrador, no podían faltar a un acto político ajeno para amargar con sus insultos soeces, quienes además tenían un nivel de debate callejero, sin que sus actos merecieran sanciones por transgresiones al orden público, de ninguna autoridad.
La costumbre, o la directiva partidista en ese sentido, deberían ser investigadas por los órganos electorales, o por las autoridades de Gobernación ya que se ha hecho algo cotidiano. Un recurso bajo, nada original, un feo hábito que hacía sentir sin apoyo “popular” a la autoridad cuestionada. El PRI nunca tuvo reflejos inmediatos para poner remedio a esa situación, fue hasta los últimos momentos cuando Peña Nieto hecho mano de los simpatizantes del Estado de México para oponerlos al coro de rechiflas. No hubo acto cívico en que imperara el respeto a la ceremonia, a la Bandera Nacional, a los oradores, que no fuesen motivo de la mentada de los simpatizantes de Obrador.
Pero la vida da vueltas. A Olga Sánchez, la Secretaría de Gobernación ya le tocó probar el mismo chocolate que generosamente repartió AMLO en todo evento nacional. Ella lo sintió en Puebla, pues la muerte de la gobernadora panista Martha Erika Alonso y su esposo el líder albiazul, Rafael Moreno Valle Rosas, provocó un frente de panistas enojados, además de grupos de derecha en que la funcionaria sintió el calibre del bullying.
“Tanta candela” le dieron a la Secretaria de Gobernación, que se quejó con el presidente López Obrador, mismo que incluyó en sus conferencias mañaneras, atacando a su vez a la derecha reaccionaria de Puebla, por hacer lo que durante 18 años hizo sistemáticamente en todo el país a su antecesor quien dicho sea de paso, aguantó estoicamente.
En el caso de Morelos, el propio Andrés Manuel, tuvo que poner fuertes vallas y barreras al pueblo bueno y sabio, quien exigía enérgicamente la cancelación de su hidroeléctrica, ya que su famosa “consulta” no convenció a los morelenses irritados.
Hoy los gobernadores se han percatado de que el plan confidencial de Morena sigue activo para enfatizar la fuerza del líder que no entiende que ahora es presidente de la república, pues a todo evento público al que asiste AMLO, con sus simpatizantes, intenta desalentar y desacreditar cualquier acción de los gobernadores que no son del partido todopoderoso.
En Jalisco, la medida de Morena, fue esperada y se nulificó con otra similar, que pudo haber terminando en una fuerte confrontación. Seguidores acalorados, unos de MORENA y otros de Movimiento Ciudadano, defendiendo sus convicciones a gritos, a insultos y a agresiones verbales, todo por una forma primitiva de hacer política.
Nada nuevo bajo el sol de México, pareciera que estamos en una versión de los años 70´s o del conocido “partidazo”. Pues nuestra democracia puede retroceder al discurso “del palo o de la piedra” con primitivos y deleznables métodos de hacer política en pleno siglo XXI.
Estos recursos que utilizan AMLO y la llamada Cuarta transformación no son nuevos, ya que da una lectura para la reflexión. Pues en vez de intentar democratizar a las instituciones, su pretensión es el de cumular poder para una sola persona, en donde prepondere la impunidad, en donde exista el amago y coacción a través de acciones violentas e intimidatorias sobre los que disienten de ellos. Eso ocurrió en la Alemania Nazi con los Camisas Pardas. Aquí faltan que regresen las camisas rojas del Chavismo de Nicolás Maduro, quien elimina o desactiva a sus opositores a través de la violencia.
Lo que sigue es programar plantones, paralizar los Ferrocarriles, o bloquear las carreteras, y el partido en el poder cuenta para ello con el CNTE que goza de total impunidad. El gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, ya sintió la presión en contra de todo su Estado, de su economía, de su gobierno. Más de mil millones de pérdidas, dos puertos afectados, industrias paradas, y la 4T no encontró culpables, sólo condenó a los “radicales de izquierda”.
Qué tal si los gobernadores deciden hacer movilizaciones similares para demostrarle al presidente que se comporta como líder de partido, que ellos también pueden dar lonche, refresco, y un incentivo de 200 a 500 pesos por cada agitador profesional, por cada plañidera, por cada incendiario, por cada gorila golpeador que bloque las entradas de las dependencias públicas, las carreteras o los aeropuertos.
Un triste y desolador panorama, una enseñanza de Andrés Manuel, que por lo menos, Alfaro, gobernador de Jalisco, ya aprendió y no se dejó “reventar” por los expertos de la intimidación política.
Triste argumento de una democracia que se degeneró con un recurso de pandilla. Qué nivel de debate, nos ha dado el amoroso presidente.