Con una contundente victoria de Francia 4 goles por 2 de Croacia, el espectáculo deportivo más importante del mundo cerró el telón. El final del mundial Rusia 2018 dejó una muestra de que el deporte une más que la misma política y que la misma diplomacia; para muchos
La final celebrada el pasado domingo tuvo en su palco principal a 4 sonrientes personajes, que al menos durante los 90 minutos del partido dejaron de lado su semblante formal para convertirse en un aficionado más; Emmanuel Macron el presidente de la Francia ganadora, Kolinda Grabar-Kitarović la presidenta Croata que ganó adeptos a nivel mundial, Vladimir Putin el mandatario anfitrión y por supuesto el presidente de un organismo que tiene más países afiliados que la ONU Gianni Infantino, al final abrazados para entregar la tan ansiada copa y seguramente con acuerdos platicados más allá del futbol.
En los aficionados no fue distinto, una fiesta multicultural, la diversidad de idiomas, razas, ideologías, religiones, ponen un ingrediente especial y así seguirá siendo cada 4 años.
Qué decir del campeón Francia, que obtiene el título con una plantilla plagada de jugadores africanos naturalizados en un país donde varios sectores se dicen “hartos” de la creciente inmigración; es precisamente esa inmigración en gran medida, la culpable de que ahora coloquen otra estrella dorada en su casaca.
En tiempos de incertidumbre global y guerras comerciales en cuanto las relaciones diplomáticas se refieren, el deporte ha sido un rayo de luz que orienta a un ánimo de reconciliación y paz. Hay quienes dudan si es bueno o no invertir en el deporte; pero es esta actividad precisamente la que se refleja el estado de un país, la muestra es comparar los medalleros con los niveles en calidad de vida.
El deporte, por cuestiones de salud y paz social debe ser una política pública prioritaria en el sexenio que se avecina.
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