Por: José Luis Domínguez Castillo
No es exclusivo de la prensa, porque ocurre en todos los niveles y clases sociales, no se diga en la política de todos los partidos, pero la comunicación y el periodismo es lo que nos atañe a nosotros. La credibilidad de grandes reporteros, considerados “influyentes y famosos”, anda por los suelos para mala imagen y pésimo ejemplo de las nuevas generaciones de futuros “Pulitzers”.
Hemos visto cómo, curiosamente, la aguerrida Carmen Aristegui ya no habla mal del Gobierno de México y mucho menos del presidente, Andrés Manuel López Obrador. Acaso todo está bien, muchos de nosotros estamos equivocados y no hay nada qué señalar a ninguno de quienes integran el gabinete, o su pluma ya está al servicio de Morena.
Igual, otra dama del periodismo, aguda, de investigación e ideas claras, como es Beatriz Pagés Rebollar, sorprende. La priísta y directora de la revista Siempre!, de quien supuestamente se esperaba una estrecha relación con el jefe de la Nación, ha resultado todo lo contrario, lo critica duramente…
Pero qué decir del “teacher” Joaquín López Dóriga, a quien no han podido callar y que en su reciente reporte periodístico del tiempo que lleva el Gobierno de México, “barrió y trapeó” con López Obrador…también, qué le pasó a la tierna pero incisiva Lily Téllez, la transparente periodista, que ya forma parte del gabinete, entre muchos otros más.
Como sea, todos ellos están perdiendo la confianza que les tenían sus asiduos seguidores de noticias, aunque hablen bien o mal de los políticos en cuestión, porque no son objetivos y cada vez son evidenciados, tanto por sus “víctimas” como por sus propios colegas de los diferentes medios de comunicación.
No debe sorprendernos tanto lo que sucede en México, eso y más se ha percibido cada vez que llega un nuevo gobierno a Los Pinos; atacando con hechos contundentes unos, con supuestas denuncias nunca comprobadas otros, pero hasta con mentiras elaboradas para favorecer o perjudicar, según sea el caso.
Sin embargo, esos ilustres líderes de opinión no están solos, lo que ocurre en nuestro país no es exclusivo de este periodismo sin prestigio, porque a nivel mundial vemos cómo reconocidos reporteros se han ganado parte de su fama con noticias y reportajes “recreados”.
Tal vez recuerden que, en mayo de 2003, The New York Times despidió al periodista Jayson Blair tras descubrir que su reportero estrella había estado publicando durante 10 años reportajes inventados. Pasados 15 años después de aquel escándalo que sacudió al principal diario de referencia del mundo, un caso similar se presenta en la actualidad con uno de los más reconocidos de la prensa de calidad europea, Der Spiegel.
Según este semanario alemán, acaba de “descubrir” que uno de sus más famosos reporteros, Claas Relotius, ha publicado también reportajes en los que ha inventado fuentes, hechos, testimonios y hasta paisajes de sus premiados trabajos de investigación.
Para los conocedores del tema, en ambos casos hay un componente psicológico que deja a todos sorprendidos: ¿cómo es posible que un periodista de éxito ponga en riesgo su carrera inventando historias? Algo así como otros famosos y millonarios que se roban cualquier cosa de Macys, “sin saber”…pero qué necesidad!
No se entiende cómo alguien tan inteligente, no considere que ha de ser descubierto tarde que temprano, porque no es difícil imaginar el camino que lleva a la pérdida de realidad: primero se inventan pequeños detalles intrascendentes para embellecer la crónica; luego, como no ocurre nada, se añaden testimonios falsos para darle fuerza, y se acaba recurriendo a la ficción para construir historias redondas que, por serlo, tienen el éxito asegurado…pero por su increíble desarrollo, resulta ser ilógico.
La pregunta es, entonces, ¿cómo es posible que eso ocurra en medios tan fiables como NYT o Der Spiegel, Televisa, periódicos, revistas y programas de radio “nacionales”? ¿Cómo pueden sus controles de calidad fallar tan estrepitosamente? Sin duda, abusan del creciente recurso a las fuentes anónimas en historias conflictivas, y como son polémicas, se tolera esta mala práctica, aunque la premisa debería ser la contraria: puesto que hay conflicto, es más importante para los lectores conocer las fuentes.
Es triste ver este tipo de casos, que para muchos de nosotros ya no sorprende, son pésimo ejemplo de periodistas que en un tiempo fueron considerados los mejores y que hoy contaminan el camino de quienes estudian las carreras de periodismo y comunicación, con el sueño de ser algún día “como ellos”. Sigamos haciendo buen periodismo en Chihuahua, aunque esos “ídolos” no nos bajen de “pueblerinos”.