Editorial: La defensa de la vida, un llamado a la coherencia y la identidad

El Joven Observador

En los últimos días, el Partido Acción Nacional (PAN) ha colocado la defensa de la vida en el centro de su discurso político. Frente a una evidente crisis de identidad, resurge desde sus filas un principio que muchos creían olvidado: el compromiso irrenunciable con los valores que alguna vez definieron su esencia. Como escribió Joseph David Flanagan, mejor conocido como M. Raymond, en su célebre obra Tres monjes rebeldes: “Siempre, previo a un combate, se experimenta un cierto periodo de desesperación”. Hoy, esa batalla se libra en el terreno más sagrado: la protección del inocente.

La decisión de abanderar la causa provida ha generado escozor entre algunos miembros del PAN, un partido que, en su afán de adaptarse a los tiempos, terminó diluyendo sus convicciones. Muchos de sus militantes no solo han cedido ante las ideologías progresistas, sino que las han promovido, perdiendo así su diferenciación frente a otros partidos. Esta ambigüedad es inadmisible cuando se trata de un principio fundamental: la vida humana, desde su concepción, es inviolable.

Los espectaculares colocados en la ciudad, donde se denuncia a Morena como promotor del aborto hasta los nueve meses pueden parecer crudos, exagerados o incluso oportunistas para algunos, sin embargo, lejos de ser una exageración, reflejan una realidad que debió confrontarse hace años. El avance de la cultura abortista en México no ha sido espontáneo; responde a presiones de organismos internacionales y agendas contrarias a la identidad de nuestro país.

En este tema, tanto la izquierda como una falsa derecha han actuado como “tontos útiles”, ya sea por ignorancia o por complicidad y donde ambas actitudes son reprobables, pues han abonado el camino para despenalizar y legalizar el asesinato de seres humanos inocentes, un crimen aún más abominable por el vínculo sagrado de una madre para con su hijo.

Ante esta ofensiva, organizaciones provida, lideradas por el Colectivo Cruzada por la Familia, han alzado la voz y han convocado para este 25 de marzo, en la Plaza de Armas de nuestra capital para realizar un pronunciamiento a nombre de la comunidad chihuahuense en contra este crimen atroz. Es un llamado urgente a defender lo que ninguna sociedad puede negociar sin condenarse a sí misma.

“Alea iacta est” (“La suerte está echada”), dijo Julio César al cruzar el Rubicón. Hoy, el PAN parece decidido a asumir la defensa de la vida como su nuevo frente de batalla. Es probable que esta postura genere divisiones y revele la verdadera ideología de muchos de sus miembros, sin embargo, en sus estatutos siempre ha estado presente este principio.

Esta firmeza atraerá miradas, incluso a nivel nacional. La destrucción del orden social y de los valores cristianos que sostuvieron a Occidente se manifiesta, entre otras cosas, en la defensa de la vida y el combate a políticas pro aborto. Basta observar lo ocurrido en varios países de Europa, donde la cultura de la muerte ha acelerado su decadencia civilizatoria. Donde se mata a los no nacidos bajo el eufemismo del “progreso”, el declive es inevitable.

México aún está a tiempo de rectificar el camino. La defensa de la vida no es una opción política, sino un imperativo moral. Quienes hoy alzan la voz por los más vulnerables no solo defienden un principio, sino el futuro de nuestra nación. El tiempo dará su veredicto, pero la historia recordará a quienes no claudicaron.