Miércoles de Ceniza, su origen se remonta al siglo II, cuando los primeros cristianos comenzaron a prepararse para la Pascua con ayuno y penitencia. Con el tiempo, esta práctica se extendió a toda la Semana Santa y, en el año 325, durante el Concilio de Nicea, se desarrolló la duración de la Cuaresma en 40 días, en referencia a episodios bíblicos como los 40 días de Jesús en el desierto y los 40 años del pueblo de Israel en su travesía.
Inicialmente, la Cuaresma comenzaba seis domingos antes de Pascua, pero como los domingos no eran días de ayuno, en el siglo V se hicieron ajustes para incluir el Jueves y Viernes Santo como parte del período. Más tarde, se adelantaron cuatro días, dando origen al Miércoles de Ceniza tal como se conoce hoy.
Durante esta jornada, los fieles participan en la imposición de ceniza, un rito en el que el sacerdote marca una cruz en el frente de los creyentes con cenizas obtenidas de la quema de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior. Al hacerlo, pronuncia frases como “Recuerda, hombre, que polvo eres y al polvo volverás” o “Conviértete y cree en el Evangelio”, recordando la fragilidad de la vida y la necesidad de conversión.
El Miércoles de Ceniza también es un día de ayuno y abstinencia. Según la tradición cristiana, el ayuno es obligatorio para las personas de entre 18 y 59 años, quienes deben reducir su ingesta de alimentos y evitar una comida principal entre las 6:00 y las 18:00 horas, permitiéndose solo alimentos ligeros y agua. Además, los mayores de 14 años deben abstenerse del consumo de carne roja durante toda la Cuaresma.
En sus orígenes, este período marcaba también el inicio de la penitencia pública para quienes habían cometido faltas graves, como apostasía, asesinato o adulterio. Aunque esta práctica desapareció con el tiempo, la Cuaresma sigue siendo un período de reflexión, sacrificio y renovación.