Por Rafael Cano Franco
¡Abrácense, salgan, el Covid-19 no es mortal!
El 16 de marzo se cumplen dos años de que el Covid-19 llegó a México y es el día que cambió la vida de todos; en un primer momento, el mundo entero estaba desconcertado por la presencia de la enfermedad y pocos sabían que hacer; mientras la pandemia arrasaba con la salud y la economía, los líderes del mundo determinaron tomar diversas medidas de contención. Pero en México fuimos en sentido contrario.
Sin tener datos precisos, ni el aval científico que sustentara sus dichos, el presidente Andrés Manuel López Obrador invitó a los ciudadanos a salir a las calles, “coman en las fondas” recomendó, abrácense y dense besos, dijo en un paroxismo de optimismo que iba a contracorriente de lo que se hacía en el mundo.
Las instancias gubernamentales de México determinaron que la pandemia debía ser atendida con criterios políticos y por ello el Presidente llegó a declarar que el virus no era tan letal como predecían los científicos, aseguró que se trataba de una simple gripe que podía curarse con cuidados menores.
Evidentemente estaba equivocado. Pero aun así determinó que las medidas sanitarias recomendadas a nivel mundial eran innecesarias e incluso llegó a asegurar que la pandemia le vino a su gobierno “como anillo al dedo”.
El presidente López Obrador hizo gala de terquedad y se negó a utilizar la mascarilla sanitaria; solamente la uso cuando debió volar a Estados Unidos y los reglamentos de aviación lo obligaron.
La pandemia también fue un gran negocio. En el IMSS se descubrieron compras de ventiladores a sobreprecio, también se comprobó que un hijo de Manuel Bartlett era proveedor de esos aparatos médicos. En el Insabi se adquirieron ventiladores y no llegó ni la mitad de los que se compraron. La pandemia fue una excelente oportunidad para una gran rebatinga de los amigos y socios.
La economía también se desquició, cierto que fue un evento a nivel mundial, pero a la fecha muchas entraron en franca recuperación, México en cambio, venía de bajada desde antes de que iniciara la crisis de salud.
Las metas de crecimiento no se alcanzaron antes y no se van a alcanzar después. Fue tan duro el impacto que la clase media fue diezmada; más de seis millones de personas pasaron a vivir en condición de pobreza, lo pobres aumentaron y se perdieron empleos.
El único indicador que no alteró su crecimiento fue el de la inseguridad pública, los asesinatos dolosos se multiplicaron en la pandemia, hasta llegar a más de cien mil en lo que va del sexenio, una cifra tan alta que ni sumados los de los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto la alcanzan.
Durante la pandemia, México regaló vacunas a varios países de Centroamérica y el Caribe, su proceso de vacunación empezó lento y con retardo; pero además se negó vacunar a menores de edad –incluso a niños con otras enfermedades que tenían factor de alto riesgo de contagio– bajo el falso argumento de que no requerían ser vacunados porque sus sistema inmunológico podía soportar el Covid-19.
México se convirtió en una de las naciones a nivel mundial que peor manejó la pandemia, no solamente en la cuestión de salud, también en la economía y en la organización de sus sistema de salud para que pudiera resistir los embates de enfermos que llegaron a saturar los servicios médicos públicos.
La estimación de un pico de muertes que llegaría a 60 mil defunciones, se rebasó el 2020 y siguió creciendo, y creciendo, y creciendo, sin que a la fecha deje de causar decesos. Cada una de las cuatro olas de Covid-19 dejaron una cicatriz en las familias de México.
El gobierno del presidente López Obrador, en un afán por paliar el mal manejo realizado, ofreció entregar 12 mil pesos a cada familiar de persona fallecida por Covid-19, a la fecha no se tiene la cifra correcta de personas beneficiadas con ese apoyo, ni tampoco se conoce el monto total invertido en el tema. Todo indica fue inexistente.
A la fecha, México acumula más de 5.5 millones de contagios y las muertes aceptadas oficialmente rebasan las 315 mil personas, sin embargo hay un subregistro que establece un faltante de 150 mil muertes no contabilizadas, las cuales no llegaron al tablero gubernamental y es una cifra aceptada por las autoridades de salud federal.
Para estas fechas la cuarta ola está en un franco declive, muchas naciones han determinado eliminar medidas restrictivas y regresar a la normalidad, con la población vacunada, los efectos de Covid-19 redujeron su letalidad, al mismo tiempo la medicina encontró maneras de tratar el virus y eso volvió “manejable” la enfermedad, sin que por ello deje de seguir siendo mortal en algunas personas.
La pandemia de Covid-19 estableció la incapacidad del gobierno actual de México para lidiar con un agente de la naturaleza y desenmascaró el discurso gubernamental de que los sistemas de salud –que se desmantelaron previamente a la pandemia—estarían en condiciones operativas y con la capacidad de atender científicamente a los enfermos.
Las estimaciones de agencias de salud no gubernamentales manejan la cifra de medio millón de muertes en todo el país y la desatención del tema es otro de esos “prietitos” que manchan mucho a la “cuatroté”.