Columnas

¡Que mueran los gachupines! El Juglar de la Red

Por: Rafael Cano Franco

Una de las características del populismo, particularmente del que promueve la izquierda, es el llamado indigenismo y eso significa poner por encima de todo las culturas originales que se asentaron en determinado territorio y luego fueron conquistadas, evangelizadas y civilizadas por culturas superiores.

En México, es indigenismo no se manifiesta en buscar una mejoría para los pueblos originarios, no hay programas de salud para ellos, ni apoyos para sacarlos del atraso económico que los aleja del progreso; la visión pareciera ser, la de mantenerlos en sus condiciones de pobreza para que sean exhibidos como un algo curioso para los turistas.

El Gobierno Federal ha exacerbado los ánimos en este punto desde el momento que a España y al Vaticano se les pide ofrezcan una disculpa por las “masacres” cometidas bajo el amparo de la corona española o con la complacencia de la Cruz evangelizadora.

La ignorancia llevó al gobierno de la Ciudad de México a retirar la estatua de Cristóbal Colón, el descubridor de América a quien acusan de “una carnicería de indígenas” y de ser un “cruel conquistador”.

Ni cometió esa carnicería que le achacan ni conquistó nada.

La estulticia de estos grupos de izquierda parte de premisas equivocadas, distorsión de la historia, errores de interpretación y falsos conceptos que ahora pretenden hacer aparecer como verdad.

Para esos grupos la conquista de México fue un genocidio cometido por los españoles; la realidad es que España no habría podido conquistar este territorio de no haber contado con la ayuda de los pueblos a los que los aztecas tenían sometidos.

Las grandes huestes que pelearon eran dirigidas por Hernán Cortés y una minoría española, pero en sus filas había miles de  tlaxcaltecas que estaban cansados de ser las víctimas preferidas de los aztecas para ser ofrecidas a Hutizilopochtli.

Es falso que los aztecas conquistaron México, porque ese concepto de pueblo era inexistente; lo que dominaron fueron ciudades-estado que regían sobre determinado territorio y esclavizaban a los otros pueblos que terminaban sometiendo a base de una guerra sangrienta.

Pero hubo lugares donde la espada del español no pudo y para ello llegaron los grandes evangelizadores y misioneros; la Cruz católica no fue cómplice ni de la encomienda, ni de la esclavitud, por el contrario vino a convertir a los indígenas a una religión diferente.

La Iglesia no acabó con las tradiciones de los pueblos naturales, por el contrario se asimiló a ellos y eso generó el llamado sincretismo religioso. Por eso celebramos el Día de Muertos, en la época de Cuaresma en el norte del país aparecen los llamados “fariseos”, pero además llevaron civilización y progreso.

No se puede entender la historia de varias regiones del país sin la presencia de misioneros abnegados y defensores de los pueblos indígenas como el jesuita Eusebio Francisco Kino, “Motolinia”, Fray Toribio de Benavente y muchos otros personajes que participaron en las órdenes religiosas como  los Dominicos, Franciscanos, Jesuitas y Benedictinos.

Fueron la cruz y la espada las que dieron forma a una nación, fueron ellos los que unificaron a las grandes culturas del centro y sureste del país con los grupos étnicos semi nómadas del norte.

No se puede entender la existencia de México sin considerar la presencia de España y menos de las órdenes religiosas; pero tampoco hay que olvidar la aceptación que las etnias naturales tuvieron del nuevo pensamiento religioso y cómo sigue influyendo en sus comunidades.

En el crisol de los años se forjó una nueva nación, un nuevo pueblo, ya no es indígena y tampoco es europeo: es el mexicano, una mezcla de muchas culturas indígenas y de la española, una nueva raza que por diferente generó su propia identidad pero cuyas raíces son tan profundas que se ramifican en la historia.

El reduccionismo histórico nos lleva a un etnocentrismo que solamente divide a la sociedad; la historia de la humanidad es un acto de conquista y libertad.

Pero en el colmo de la ignorancia, quienes promueven ese discurso de odio contra lo español y la evangelización, no reparan en que se apellidan: López, González, Pérez; no asimilan que la independencia fue realizada por los criollos hijos de españoles y que la encabezó el cura Miguel Hidalgo, que la continuó el sacerdote José María Morelos y Pavón y que la consumó un militar al servicio de la Corona, Agustín de Iturbide.

La historia, concretamente la de México, no debe interpretarse con visiones maniqueas; pero además para hablar de ella hay que conocerla y lo que ahora vemos son expresiones de una leyenda negra que fue inventada para justificar odio y animadversión.

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