Ante el riesgo de mayores restricciones para cruzar la frontera entre EE.UU. y México por la pandemia de coronavirus, los residentes de la zona esperan que los posibles cambios no afecten aún más la vida diaria.
El canciller Marcelo Ebrard anunció el 13 de agosto que se mantendrá el cierre parcial de la frontera entre México y Estados Unidos hasta el 21 de septiembre: “Nosotros ya le dijimos a Estados Unidos que nosotros somos de la idea de que sí se prolongue por lo que tenemos en la franja del lado de ellos. Ellos tienen ahorita un resurgimiento en la parte Sur, entonces la frontera no se podría abrir ahorita, y nosotros en algunos estados vamos más o menos a la baja”.
Parecería que México está pidiendo cerrar la frontera para evitar contagios que provienen de “la franja del lado de ellos” porque “tienen ahorita un resurgimiento en la parte Sur”. La verdad es muy distinta. El cierre, que tiene un costo brutal a ambos lados, ha sido impuesto por Donald Trump porque argumenta que el muro en la frontera “ha tenido un impacto grandioso, positivo”, que “era para un propósito diferente, pero funcionó muy bien para lo que estamos haciendo en este momento y para la pandemia”.