El Congreso del Estado aprobó anoche la nueva Ley de Transporte también conocida como “Ley Corral”, en medio de la protesta de los transportistas, concesionarios y operadores, que rompieron las puertas de acceso principal y se colaron a la fuerza al recinto legislativo.
Los “representantes del pueblo” no quisieron votar en público y bajo el pretexto del coronavirus, en tiempos de la transparencia, se encerraron a piedra y lodo para aprobar el dictamen.
Aunque esta vez, como en los tres cochinitos, el lobo les destrozó las chozas de piedra y por poco se los traga, solo que fueron salvados por la intervención de los policías antimotines.
En fin que al no oponer resistencia durante todo el tiempo que se cantó la nueva ley y sin que el Congreso convocara a todos los involucrados a foros de discusión y aportación de ideas, los diputados aprobaron una ley que afirman, será en beneficio de los usuarios.
Allá en lo oscurito, un débil Doroteo Zapata, agazapado, acusó que el Gobierno del Estado pretendía entregar las concesiones a la empresa privada; débilmente también, el dirigente del PRI, Omar Bazán, solo pidió que se aplazara la votación.
Lo que se sabe de la nueva Ley de Transporte, es que hará más eficiente el servicio, ampliará la cobertura y fomentará el uso de tecnologías, pero principalmente acabará –afirman– con el mercado ilegal de concesiones.
Además, la rectoría del Transporte pasará a manos de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología y ya no estará sujeta a la Secretaría General de Gobierno y su brazo operador, la Dirección de Transporte.
Entre las novedades está la creación de Consejos Consultivos Regionales integrados por ciudadanos y representantes de los sectores productivos y académicos, entre otras.
Como bien decía en la entrega anterior este Fisgón, los transportistas salieron solo para que la gente viera que “siguen respirando” pero ya sin fuerza ni nada y de nada valió ir a quebrar las puertas del Congreso si finalmente se comprometieron a respetar la nueva Ley y a no parar el servicio, ¿tons?
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De veras que no ganamos para burlas, ahora un cada vez más deschavetado presidente de México, lanza conjuros contra el Coronavirus y burlándose abiertamente de la fe de los mexicanos, saca estampitas y escapularios de sus bolsillos para “ahuyentar el mal”.
Sin el más mínimo pudor o decoro, Andrés Manuel López Obrador, que se deja hacer rituales se ‘sanación’ y brujería en sus viajes por las comunidades, solo tiene como respuesta burlarse con estampitas de los serios cuestionamientos que le han lanzado no solo los mexicanos, sino la comunidad internacional, por su desaseado manejo de la pandemia del coronavirus.
Ante la mirada de todo el país, enseñó los que carga como “escudo protector” contra todos los males, acompañando con la frase u oración “detente enemigo, el corazón de Jesús está conmigo”.
Además aprovechó para volver a criticar a la iglesia católica, porque “porque no solo es catolicismo, también religión evangélica y libres pensadores”, que son quienes le han regalado los amuletos que carga sin recato.
Los medios de comunicación nacionales e internacionales han llamado a estos exabruptos como “ocurrencias”, pero la verdad es que raya en desfachatez.
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La dirigencia nacional de Morena intenta cerrarle los caminos a Víctor Quintana Silveyra a quien le negaron la solicitud de reingreso y le confirmaron la expulsión que lo dejó fuera del partido que ayudó a fundar en Chihuahua hace unos años.
Trascendió que la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia, confirmó que el ex secretario estatal continuaba con sus derechos políticos.
La negativa corrió a cargo de Héctor Díaz Polanco, en calidad de presidente de la Comisión pero no parece que dieran aviso al presidente nacional, Alfonso Ramírez Cuéllar, quien al parecer es que está puchando la reincorporación de Quintana.
Por lo pronto ‘El Rojo’ Quintana sigue tejiendo su estrategia, porque salió del Gobierno con la firme intención de ser candidato.
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El mal manejo que está haciendo el presidente Andrés Manuel López Obrador de las finanzas nacionales, rodeando y no enfrentando debidamente la crisis internacional del petróleo y los bandazos en la contención del coronavirus, pegará muy duro económicamente a México y obviamente a los mexicanos.
El banco estadounidense Goldman Sachs pronosticó en base a todos esos errores, que la economía mexicana tendrá este año una contracción de 1.6%.
Dijo que desde 2018, la economía mexicana ha tenido un rendimiento inferior desde mediados de 2018 y se dirige a desafíos mayores.
Ya el Bank of America había dicho que la contracción sería 0.1% pero los problemas en que tiene AMLO sumido al país en términos financieros, hace que los pronósticos sigan en picada.
Otras instituciones financieras internacionales pronostican que el Poder Interno Bruto o PIB caerá al menos 3% este año por mala inversión, caída en exportaciones y desaceleración en el consumo.
Barclays, otra de las firmas que estudian mercados internacionales, ha predicho que la contracción será de 2% y otra más pesimista aun, señala que podría ser hasta del 4%.
Ciertamente la crisis está afectando en todo el mundo, pero México no ha sabido encarar la situación y nos pegará en el bolsillo a todos los mexicanos, gracias a la mala dirección de nuestro senil presidente.