“El jefe demagogo domina de hecho en virtud de la devoción y confianza personal de su séquito político”.
Dr. Carlos Díaz Abrego
Los mexicanos no hemos parado de vivir momentos de permanente y constante sorpresa al ver el actuar del “nuevo” gobierno de la república. Estamos por cumplir un año de un gobierno diferente y que no es igual a los del pasado, como lo dice todos los días el presidente López Obrador.
No hemos tenido tregua los ciudadanos al ver la nueva forma de gobernar del primer gobierno de izquierda en México.
El desmantelamiento de todo lo malo del sistema político es la tarea del actual Gobierno Federal, que presume un día sí y otro también el actual mandatario de nuestro país. Sin pudor alguno nos dice AMLO todo lo está haciendo para romper con el pasado político corrupto y podrido del gobierno pasado y sus antecesores. “Su obra”, como lo señala el titular del ejecutivo federal.
Escándalo tras escándalo e improvisaciones de todo tipo hemos visto sin parar todos los mexicanos estupefactos del gobierno de izquierda que nos gobierna hoy en día. La llamada Cuarta Transformación está desangrando día a día a nuestro México, sin piedad y lo peor aún, sin que nadie haga nada, más que quejarnos en el seno de nuestras charlas familiares y sociales.
¿Dónde están los empresarios?, ¿Dónde están los partidos de oposición?, ¿Dónde está la iglesia católica?, ¿Dónde están los sindicatos? ¿Dónde están las asociaciones de profesionistas? Todos y cada uno de ellos, pensando en ellos, en sus metas y beneficios; dejando aún lado a la sociedad y sin hacer frente al gobierno populista que gobierna y que día a día nos lleva más al caos y al estado fallido que se aproxima a pasos agigantados.
El recuento de daños es inmenso: la consulta a modo para cancelar el aeropuerto de Texcoco, el misterioso accidente del helicóptero donde viajaba la cuestionada gobernadora de Puebla, Erika Alonso(que nunca reconoció como tal AMLO y su gobierno), la crisis del huachicol y el terrible desabasto de gasolina.
Y sigue la lista: los despidos masivos e injustificados de la burocracia federal, la consulta que siempre prometió en campaña contra los ex presidentes, los departamentos no declarados de sus secretarios de Comunicaciones y Gobernación respectivamente, las asignaciones directas de las licitaciones que una y otra vez realiza la administración pública pasándose la ley de adquisiciones por el arco del triunfo, la promoción de la cartilla moral, el otorgamiento de concesiones de radio a iglesias evangélicas, la cancelación de estancias infantiles, la cancelación de refugios a mujeres víctimas de violencia……..
Aún no terminamos la larga lista de desagravios al pueblo: sigue sin venderse el avión presidencial el cual continúa costando millones de dólares a todos los mexicanos y no se utiliza, pero se gastan millones de pesos mensualmente en billetes de avión de líneas comerciales que llevan y traen al presidente y a sus funcionarios, los recortes a programas sociales, recortes a cultura e investigación, la falsa consulta popular a la termoeléctrica, la cancelación de la reforma educativa, el “bonillazo” de Baja California, la crisis de desabasto a medicinas……..
Y qué decir del crecimiento cero de nuestra economía, la profunda crisis migratoria que vivimos en el sur de nuestro país dando entrada a miles de centroamericanos ilegales y en el norte, haciendo un muro humano con recursos de los mexicanos para complacer a Donald Trump y así cumplir su promesa de campaña, donde los mexicanos pagaríamos por el muro.
En cuanto a seguridad y justicia, mejor ni hablamos con las ridículas declaraciones de “abrazos, no balazos” y del fallido operativo de Culiacán junto con la rendición pública contra el cártel Sinaloa y el aumento desmedido de la inseguridad en todo el país.
Y la cereza del pastel, el apoyo a sus socios políticos e ideológicos Nicolás Maduro y Evo Morales, este último felizmente asilado político en nuestro país a costa del erario público y del presupuesto de los mexicanos. La sospecha que el gobierno de AMLO fuera “chavista” ha quedado claro una vez que “glorificó” al dictador Evo Morales.
La sumisión que pretende imponer López Obrador al pueblo mexicano a través de su carácter carismático vía su supuesto heroísmo y ejemplaridad por él inventada solo existe en su cabeza y en el colectivo imaginario de millones de gente pobre que ahora viven del dinero público que les otorga mes con mes con programas sociales asistencialistas y populistas.
La “democracia plebiscitaria” impuesta por AMLO, el tipo más importante de la democracia de “jefes” es, según su sentido genuino, una especie de dominación carismática oculta bajo la forma de una legitimidad derivada de la voluntad de los incondicionales dominados y solo por ella perdurable. El jefe demagogo domina de hecho en virtud de la devoción y confianza personal de su séquito político. Sin embargo, la transformación cada día más autoritaria del carisma del presidente se refleja en las encuestas que lentamente van marcando su paulatino deterioro.