Son ya tres generaciones las que han dedicado su esfuerzo y trabajo por brindar una alimentación de calidad a los estudiantes de la Facultad de Artes, pero también a la comunidad universitaria en general que acude a diario a la “Cafe de Lito”, actualmente atendida por el propio Rafael Carreón Olivas, su esposa y su hijo.
La cafetería inició con los padres de don “Lito” en el año 1964. En 1985 su padre enfermó y quedó ciego, fecha en la que se hizo cargo del negocio familiar hasta 1996, cuando las autoridades de la facultad en ese momento, decidieron quitarle el espacio. Fue hasta 2008 cuando regresó al local universitario.
Durante todos esos años, Rafael Carreón y su familia han logrado entrar al gusto de gran parte de los universitarios, pues todos los días acuden estudiantes, maestros y personal administrativo de las distintas facultades ubicadas en el Campus I.
Don Lito asegura que la clave del éxito ha sido el trato personal que se da a cada una de las personas, en un ambiente cálido y de servicio que provoca que la gente “batalle para irse”.
Hace algún tiempo, su hijo, Rafael Carreón Martínez, se unió a laborar en la cafetería, por lo que son ya tres generaciones las que participan en ese trabajo, que a pesar de los años sigue llenando y formando parte de la vida de “Lito”, quien llega antes de las 8 de la mañana y regresa a su casa a las 6 de la tarde.
Su apodo (lito), se hizo famoso desde que cursaba la primaria, cuando su padre lo llamó así durante una reunión frente a su maestro y compañeros de clase. Hasta la fecha son pocas las personas que saben su nombre completo. Su abuela lo llamaba “rafaelito”.
A pesar de los años, el alimento que más se vende es la sopa azteca que su esposa prepara en casa, receta que mantiene en secreto y que no comparte ni con él mismo. Los huevos rancheros ocupan el segundo lugar.
Otra de las tradiciones es la torta universitaria, que forma parte del menú desde que sus padres administraban la cafetería, costaba un peso; era preparada con carne molida y soya, actualmente sigue a la venta y es pedida por personas que regresan a la facultad luego de años de estar ausentes.
“El cariño que me brindan los muchachos y el mío hacia ellos es lo que me hace más feliz, me lleno de vida haciendo el trabajo que me gusta”, finalizó.