Por Rafael Cano Franco
Criminalizar al pueblo bueno y sabio
Entre las muchas verdades absolutas que promovió el presidente Andrés Manuel López Obrador esta aquella donde se establece que el “Pueblo es bueno y sabio”, lo cual significa que sus actos malos son incentivados por un sistema político corrupto que lo arropaba y lo inducía a cometer acciones contrarias al bien, pero solamente era cuestión de que lo guiara un líder honesto, para que ese pueblo recordara sus virtudes y bondades a fin de actuar en consecuencia.
Por supuesto, como todas las verdades que profesa el presidente López Obrador, el “pueblo bueno y sabio” no lo conforma cualquiera; ahí están excluidos los Fífi, los reaccionarios del pasado, los conservadores, los de la mafia del poder, los ricos, pero sobre todo los corruptos; “el Pueblo Bueno” en su inmensa mayoría está integrado por los pobres, los marginados, los desposeídos; es para ellos y con ellos en quienes centra sus esfuerzos porque de ahí surgió la base social que lo llevó a la Presidencia de la República.
Pero bastó una tragedia, como la de Tlahuelilpan, Hidalgo para negarle al “pueblo bueno” sus atributos y establecer que la pobreza es el factor determinante para cometer actos ilegales.
El discurso oficial establece que fue la pobreza la que llevó a los miles de ciudadanos al ducto de combustible perforado en Hidalgo; citan que la pobreza en la que viven los obligó a ir a “la cosecha” de gasolina, todo para ganarse unos cuantos pesos motivados por los “huachicoleros” quienes no dudaron en usar al “pueblo bueno y sabio” como carne de cañón para enfrentarse al gobierno que los combate.
Fue precisamente la presencia de ese pueblo, al que tanto idolatra López Obrador, la razón por la cual el Ejército Mexicano no actuó, mejor dejó el camino libre para no pasar como represor; fue por eso que no cerraron las válvulas de los ductos sino hasta 4 horas después de trascurrida la perforación del ducto y cuando miles de ciudadanos se daban, literalmente, baños de gasolina.
La tragedia nos ofrece dantescas y el saldo es apabullante: casi 100 muertos, 65 desaparecidos, 51 heridos y la proyección de pérdida de vidas humanas es de 154; todos ellos del “pueblo bueno y sabio”.
Lo más fácil fue culpar a los “huachicoleros”, esos entes amorfos que existen pero a los que el Gobierno Federal no ha podido detener; la realidad es más sencilla pero también más difícil de aceptar.
Lo que se presentó en Tlahuelilpan, Hidalgo fue la conjunción de un pueblo que se acostumbró a la rapiña colectiva, donde todos son culpables pero a nadie se castiga; un pueblo que se convierte en turba, capaz de amagar e intimidar a la autoridad para obtener un beneficio momentáneo de un acto fortuito.
La otra parte la puso la timidez con la actuó la autoridad federal, la misma que se limitó a observar durante horas el robo de combustible, que fue incapaz de imponerse por el miedo a ser catalogada como represora y que fue testigo mudo de cómo le llegó la muerte a las personas que llenaban los bidones con gasolina.
Pero también está la demora ominosa para cerrar un ducto que Pemex sabía fue perforado con varias horas de antelación; dejaron que el combustible manara a borbotones como si esperaran que de un momento a otro se presentara la explosión para luego utilizarla como argumento que sustente la lucha en contra del robo de combustible.
En su discurso, el Gobierno Federal no acepta su omisión y en lugar de eso optó por culpar a los pobres del robo, prefirió criminalizar la pobreza antes que aceptar que el problema es la corrupción y la falta de respeto a la legalidad que en buena parte fue prohijada durante mucho tiempo por los que ahora gobiernan.
La tragedia se pudo evitar si las autoridades asumen su papel y evitan el acceso al lugar, pero fueron permisivos al dar paso a quienes llegaban en tropel para aprovechar el combustible que salía del ducto, de eso a la explosión solo bastó esperar para que los muertos se acumularan y sumen un centenar.
Rafael Cano Franco es reportero y conductor de noticias, también preside el Foro Nacional de Periodistas y Comunicadores A.C.