Columnas

Tapar el fuego

Por Mario Valdez

Roberto deseaba intensamente ser un monje.

Teodorico su padre, deseaba verlo convertido en un caballero, una distinción que en el medioevo era de gran honor, como lo es para cada padre ver a sus hijos realizados y por el camino del bien.

Al momento de confesar sus pretensiones, Teodorico naturalmente no estuvo de acuerdo de que su hijo siguiera la vida religiosa, pero con las palabras de su esposa Enmengarda, logró aceptar la decisión de su hijo Roberto.

¡Si vas, quédate! ¡Si vas a ser monje, sé un verdadero monje! Sé firme. Sé sincero. Inspira siempre confianza. ¡Dices que quieres ser caballero de Dios; entonces sélo!, fueron las palabras de un padre a su hijo.

En una breve explicación de cómo debe ser la vida de toda aquella persona que sirve a una causa justa, Teodorico abrió la campana de la chimenea de la habitación de Roberto e inmediatamente las llamas de la subieron de tono, posteriormente la cerró un poco y las llamas redujeron su tamaño y su intensidad.

“Algunos le llaman a esto tapar el fuego. Lo que quiero que recuerdes es que los fuegos tapados con ceniza, arden por más tiempo y dan más calor. Tienes un gran fuego en tu carácter, muchacho. A veces, te vuelves violento, como el fuego cuando se abre el escape de la estufa. Eso significa falta de control. Quiere decir que tus llamas llegan hasta lamer la campana, sin beneficio para nadie. ¡Quiere decir, también, que tu fuego arderá rápidamente y se consumirá! Aprende a taparlo, hijo mío, para continuar ardiendo”.

Lo anterior es un extracto del libro Tres Monjes Rebeldes escrito por Monseñor Raymond, un libro clásico para muchos y de gran valor porque refleja la historia de tres monjes que se rebelaron contra las formas de llevar a cabo una vida religiosa de la orden de San Benito, historia a la que se le suma el inicio de la vida religiosa de San Bernardo de Claraval, uno de los santos más distinguidos de la Iglesia Católica.

Son tres figuras fundamentales que debemos rescatar para hacer una analogía de lo que está sucediendo en nuestros tiempos.

Decisión, valor, consejo, figura y comunicación familiar, comprensión y apoyo es lo que encontramos en el ejemplo anteriormente expuesto.

Decisión de un joven por el rumbo que quiere para su vida, independientemente de lo difícil que sea llevar una vida religiosa.

Valor al momento de enfrentar a un padre, que de manera natural quiere que su hijo siga sus pasos y se convierta en caballero, ese choque de emociones al contradecir lo bueno del plan del padre con lo bueno de la decisión del hijo conlleva a tener valor al defender lo que se cree bueno.

Consejo, de la esposa al marido herido por la decisión, la comunicación entre ambos y la comprensión de un padre que termina por aceptar.

Finamente el apoyo de un padre que le brinda a su hijo junto con un valioso consejo que va encaminado a no claudicar y entregarlo todo por ese estilo de vida que se ha decidido abrazar.

La familia fue, es y debe seguir siendo el núcleo de la sociedad, debe ser protegida y fortalecida por el estado, en lugar de ser mutilado sólo para dar gusto a unos cuantos, de lo contrario continuaremos recogiendo los pedazos de una sociedad que se quiebra y desmorona cada vez más ante los retos actuales.

Al día de hoy en la región sureste de Coahuila se han rebasado los 92 suicidios y en otras partes de México el fenómeno se incrementa, esto es un tema que merece atención urgente.

Un gran pensador de siglo pasado mencionó que no hacían falta jóvenes sino que hacía falta juventud; me atrevería a adherir que en este momento faltan también padres y madres que cumplan con su papel, ideales por los cuales trabajar y familias que fortalezcan los valores que un gobierno jamás podrá reemplazar.

Twitter @marvalbo

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