Columnas

Manual para entender a AMLO

Por Rafael Cano Franco

Cada vez que el presidente Andrés Manuel López Obrador da una declaración, el país tiembla; no solamente se trata de que sus expresiones sean desafortunadas, fuera de tiempo o exhiban la ignorancia de él o de su equipo; simplemente se trata de una cuestión subjetiva, de creerle o dudar de su palabra; en el mundo del populismo a la mexicana solamente hay de dos sopas: la del chairo y la del Fifí.
En López Obrador no hay ni bipolaridad, ni dualidades; lo único que existe es su visión y quien no la comparte está condenado al señalamiento público y de ser posible al ostracismo.
Por tanto no debe extrañar que un día reniegue de las instituciones y al otro los alabe por el simple hecho de darle la razón a él.
En México estamos viendo como las políticas populistas que se aplicaron en Venezuela, Argentina, Nicaragua, Ecuador, Colombia, Brasil y Cuba, que fueron tan lesivas tanto para su economía como para la sociedad, de pronto se han vuelto el eje toral de la Cuarta Transformación.
No es casualidad que en México se violente la Constitución de manera sistemática por un régimen que no acumula ni siquiera un mes de gobierno; tampoco debe extrañar que se quiera reformar nuestra Carta Magna o “regalarnos” una constitución moral, al gusto del líder; así lo hicieron en Venezuela para garantizar la permanencia de un gobierno que es rechazado por una mayoría de la población pero que “legalmente”, con sus leyes a modo, puede permanecer a pesar de que lo rechazan.
Tampoco debe extrañarnos que los conceptos: estado, gobierno y partido político se mezclen de manera consciente. El manejo comunicacional de las Secretarias indican su creencia de que siguen en campaña y no que ya son gobierno; los representantes del Gobierno Federal en los estados siguen haciendo proselitismo abiertamente para sus causas en lugar de resolver los problemas para los que fueron designados; hasta la dirigente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky se comporta y opera como funcionaria de gobierno y no como líder de un partido político.
Otra práctica que de pronto se hizo visible los últimos días es ir al enfrentamiento de poderes; a López Obrador no le agradó que la Suprema Corte de Justicia de la Nación diera reversa a su intención de reducir salarios a la alta burocracia.
La medida es altamente popular y hasta podría considerarse sana, sin embargo no es pasando por encima de la ley como se debe aplicar; por ello, cuando la SCJN dio muestras de tener capacidad para oponerse y ser contrapeso, entonces el presidente López Obrador se desgañitó en injurias contra jueces y magistrados.
No debe extrañar que en la intención final es coptar o tener bajo control a estos poderes que pueden ser contrapesos; hoy el Legislativo y el Ejecutivo los tiene bajo su control, la única barricada que se opone a la autocracia o la dictadura es el Poder Judicial y por eso hay que desprestigiarlo y lincharlo públicamente.
Ya hemos visto como López Obrador gusta dilapidar lo que no le pertenece: tiró por la borda la inversión millonaria del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y tras las demandas que se avecinas por parte de los tenedores de bonos, ahora quiere pagar su error con recursos públicos, es decir con el dinero de todos.
En los próximos meses, cuando el dinero presupuestal sea insuficiente para financiar refinerías que no tienen sentido; trenes mayas que atentan contra la ecología y son un capricho personal; cuando la realidad le demuestre que su apuesta por regresar a “petrolizar” la economía es un auténtico camino al desastre y que despreciar el largo plazo, por los planes “cortoplacistas” es el atajo para generar déficits impagables, serán las primeras señales de que tomamos el rumbo equivocado.
Pero no se lo digan al líder, porque la sola insinuación de que todo el proyecto fue una fantasía populista, convertirá esas voces críticas en enemigos del régimen, en parte de los Fifí, los enemigos del pueblo y por tanto los que no tienen cabida en esa nueva sociedad.
En el caso de la prensa, no hay tampoco dualidad: los buenos son los que alaban sin menor rubor, los malos los que cuestionan y así será todo mientras López Obrador gobierne.
Para entender a López Obrador solo basta conocer la historia reciente de los gobiernos populistas de América, es tan predecible hacia dónde vamos que ni siquiera nos está engañando, en todo caso nos engañamos solos.

Rafael Cano Franco es reportero y conductor de noticias, también preside el Foro Nacional de Periodistas y Comunicadores A.C.

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