Por: José Luis Domínguez Castillo
La verdad sí disfruté la presentación de Alberto Cortez. Fue una noche de nostalgia, emociones y hasta risas, además de merecido respeto para quien a sus 78 años de edad se mostró muy lúcido en el Concierto “Un Corazón sin Distancia” en homenaje al dramaturgo chihuahuense, José Fuentes Mares.
Fue el evento central de una serie de actividades que organizó la Universidad Autónoma de Chihuahua, a través de la Dirección de Extensión y Difusión Cultural, desde febrero y con la participación, incluso, de la hija del escritor Verónica Fuentes Peredo. Si bien no se llenó el gimnasio Manuel Bernardo Aguirre, sí proyectó un ambiente de alegría y satisfacción.
El rector de la UACh, Luis Alberto Fierro Ramírez, habría comentado que el argentino accedió gustoso de venir y ser parte del recital pues su relación que tuvo con Fuentes Mares fue especial, desde que lo conoció en 1997, manteniendo a la postre una estrecha amistad.
Y sí, José Alberto García Gallo le dedicó dos veces la canción “Cuando un amigo se va”, al inicio e intermedio de su actuación que arrancó el aplauso y prolongada ovación de los asistentes, al igual que con otras de sus más conocidas obras musicales, como “En un rincón del alma”, “Callejero”, “A partir de mañana”, “Te llegará una rosa”, “Castillos en el aire”, “El abuelo” y, sin faltar, “Mi árbol y yo”.
Sentado al centro del escenario, apoyado por un joven en su arribo y despedida, Alberto Cortez estuvo acompañado de Fernando Badía, a su diestra. Empezó la charla agradeciendo la presencia de todos, dijo no estar de acuerdo con el término de “canta-autor”, compartió que muchos le preguntan cómo le hace para no olvidar sus largas letras de canciones y poemas -por su avanzada edad-, “pues me las arreglo como puedo”…tres pequeños errores a lo largo del concierto fueron peccata minuta y, aun así, se disculpó ante el público y su extraordinario asistente, “que también toca el piano”, dijo bromeando.
La noche transcurrió entre anécdotas, recuerdos y melodías, pero también recomendaciones, como la que hizo -y advirtió de a quien le cayera el saco-, “para ser un pequeño burgués: hay que estar, casi siempre, reunido; ‘dígale que me llame después,
y después: el señor ya se ha ido’…el cinismo al más alto nivel, suele dar sensación de solvencia, lo que hará que se lleve muy bien con las damas de beneficencia. En resumen, se debe tener vocación, ambición y paciencia para ser un pequeño burgués”. Lo que dijo de la esposa del pequeño burgués, mejor se lo dejo para su consulta.
En otra de sus canciones también hizo interpretaciones. En “No soy de aquí ni soy de allá” invitó a que lo acompañaran y cuando inició “me gusta el vino tanto como las flores, y los amantes, pero no los señores”, aclaró que no…hasta ahora, refiriéndose a estos últimos. Y remató más adelante “no tengo edad ni porvenir, y ser feliz es mi color de identidad”…aunque quieran levantar muros, en alusión a Donald Trump.
Cuando ya todos creímos que Alberto Cortez se retiraba, dejando pendiente “Mi árbol y yo”, fue el momento en que pidió a la Orquesta Sinfónica de la UACh que lo acompañara y hasta motivó un fuerte aplauso para ellos y su maestro Raúl García Velázquez, en reconocimiento a su preparación previa al concierto.
Vendrían cinco canciones más para despedirse del escenario que lució muy bien en la duela, con buena iluminación y sonido. De hecho, se proyectó un pequeño video y se contó también con la actuación del tenor Carlos Alberto Velázquez. Claro que valió la pena haber asistido.