Columnas

El Viejo Fouché Mexicano

Por: Mario Valdez

En una analogía personal, es interesante la figura de Andrés Manuel López Obrador durante su historia política, ya que se trata de un personaje que finalmente podrá obtener lo que durante décadas buscó y que nada tiene que ver con servir al pueblo de México.

En la –para muchos- incomprendida vida política, se tiene que jugar como el título de la obra de Ladislas Farago, el juego de los zorros. Es indispensable tener el tacto adecuado en el momento oportuno, estudiar los panoramas, conocer las maniobras, aplicar lo que ha resultado sin excederse en lo sucesivo, medir, indagar, pero sobre todo conocer.

Recordemos que la política tiene una correlación con la estrategia y esta se aplica a partir de la información, ya que como bien se dice “el que tiene la información tiene el 50% de la guerra ganada”.

José Fouche fue un político francés que tuvo la capacidad para manejarse y mantenerse en con presencia durante la monarquía y con poder durante la revolución francesa y el imperio de Napoleón Bonaparte.

Fue un personaje que se ganó a pulso el título de “el genio tenebroso” por la sagacidad de saber manejarse como parte del pueblo, poseyó la fortuna de comprender su talento y aprovecharlo ya que se basaba en estudiar y conocer los tiempos y a las personas.

Durante su vida fue sacerdote, profesor del seminario, vivió la extrema pobreza e incluso perdió dos hijos a causa de ella, se presentaba como un hombre de inquebrantable lealtad cuando realmente era una de sus múltiples facetas según veía la oportunidad; fue traidor cuando su causa lo requería, se hizo pieza indispensable, fue liberal a muerte a tal grado de ser recordado como “el ametrallador de Lyon” por el atrevimiento de llevar a la guillotina a miles de burgueses a quienes consideraba enemigos aunque en ocasiones también conservador si era para su conveniencia.

Encontramos en esta figura política un personaje similar a la forma de ser de algunos militantes de partidos, de quienes hemos mencionado, no les importa en lo más mínimo faltar a sus convicciones e ideales personales para cumplir sus intereses, aplican a la perfección el maquiavélico principio de que el fin justifica los medios.

Evidentemente que sin tanto genio, Andrés Manuel López Obrador ha comprendido – tarde pero finalmente parece que entendió- que su temperamento dominante debía ser serenado para no perder lo que el tiempo le otorgó; convertirse en la opción de cambio.

Los tiempos llegaron, los errores de la oposición se cometieron y lo supo aprovechar.

Inició en el PRI sus andanzas políticas, se opuso al método de elección y se reveló creando una nueva corriente política denominada Frente Democrático Nacional que a la postre terminó en ser el PRD.

Tomó el título de líder social, emprendió marchas exigiendo justicia.

Un año después de su salida como jefe de Gobierno del Distrito Federal dio entrada a la Ley de Convivencia aún y cuando en ese momento se vistió de conservador y dijo ser de los que frenaron la iniciativa.

No reconoció el triunfo de Felipe Calderón y tomó posesión como “Presidente Legítimo de México”, convirtiéndose en el caudillo de la “verdad histórica”.

Criticó a las instituciones pero ha vivido de ellas, ha señalado y condenado la corrupción pero sus allegados políticos se ven constantemente envueltos en escándalos.

Fundó el partido MORENA del cual fue presidente y ha mantenido un coto de poder incluso con sus familiares, pero en ello no existe nepotismo.

Aprovechó la ley para posicionarse nuevamente como figura política nacional.

Se designa profundamente cristiano, pero alaba y quisiese imitar la figura de Benito Juárez, un enemigo acérrimo de la iglesia.

Perdona y absuelve a los que antes de ser de su partido eran corruptos.

Culpa por todo a la mafia del poder pero no la condena, incluso les brinda la mano.

Manejó el sentimiento y pudo mantener en la cabeza del electorado el tema del combate a la corrupción, además del principio del amor en su campaña que le dejó grandes ganancias, aun y cuando muchas de las propuestas se tratan de planes sin pies ni cabeza y que se caen por si solas.

López Obrador comprendió durante su vida política que lo cortés no quita lo cabrón, siguió la estrategia de sus asesores, lo forraron de un AMLO distinto al de toda su vida para llegar al punto cúspide de su carrera política, convertirse en presidente de México, no importa que como el genio tenebroso se muestre como el personaje ideal, como el salvador de la Patria, no importa mentir y tampoco importa que pueda terminar por ser el ametrallador de México, ya que su sistema político ha demostrado que no sirve para nada.

A días del primero de julio, no se descarta que el PRI, con sus decenas de líderes, su operación estratégica y su ejército de militantes encarnen la figura de Napoleón (porque tendrán que sacar el extra para una mega batalla electoral) para serenar y neutralizar a quien detectan como un enemigo general…

Comentarios: mavb.17@gmail.com

Twitter: @ELMARIOVALDEZ

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *